Corazones aparentemente sanos y, encima, de deportistas como Antonio Puerta, pueden dejar de latir por una muerte súbita. Detrás de estos fallecimientos dramáticos están alteraciones cardiacas ocultas, que hay que detectar antes de que sea demasiado tarde.
Muchos aficionados al fútbol vimos como Antonio Puerta caía fulminado durante la disputa del partido que jugaron Sevilla y Getafe. En principio pareció un simple mareo, una lipotimia o, como mucho, un ataque de epilepsia. El jugador se recuperó, pero lo cierto es que su corazón estaba sufriendo una displasia arritmogénica en el ventrículo derecho, una enfermedad hereditaria que produce arritmias fatales. Cuando estas arritmias empiezan, la actividad del corazón se desenfrena y los ventrículos son incapaces de bombear sangre, practicamente es como si el corazón se detuviese. El oxígeno no llega al cerebro y, en segundos, se pierde la consciencia. En esos momentos críticos es necesario reanimar el corazón con una descarga eléctrica de alta energía, de no llevarse a cabo esta operación, la persona afectada puede morir o terminar con lesiones cerebrales irreversibles.
Hay muchos transtornos hereditarios que pueden derivar en una muerte súbita y que pueden pasar desapercibidos en un examen médico. Así ocurre, por ejemplo, con los síndromes de QT largo y de Brugada, o la cardiopatía hipertrófica. En el caso de la displasia del ventrículo, las arritmias cardíacas se producen porque el tejido cardiaco está dañado, lo que tenía que ser músculo es tejido adiposo y la corriente eléctrica que se produce con cada latido no se transmite bien, lo que produce las arritmias.
La única oportunidad para estos enfermos es realizar un diagnóstico lo antes posible. Los mareos y desmayos que había sufrido Antonio Puerta en varias ocasiones, son una señal de riesgo de muerte súbita. Las pérdidas de conocimiento durante o justo después de una situación de estrés emocional o de realizar ejercicio físico, no ocurren sin ningún motivo y hay que buscar la causa.
Por otro lado, la muerte súbita no es exclusiva de los deportistas, puede aparecer en cualquier persona y a cualquier edad. La existencia de casos previos en la familia o un historial de desfallecimientos y mareos, hace altamente recomendable el acudir al médico.
En la actualidad, la displasia del ventrículo se puede tratar mediante el implante de un desfibrilador. Un desfibrilador implantable es similar a un marcapasos, es un aparato capaz de detectar y tratar los ritmos cardíacos anormalmente rápidos. Al producirse una arritmia, el desfibrilador aplica una descarga al corazón para que empiece a latir normalmente. Este dispositivo podía haber salvado la vida de Antonio Puerta.
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lunes, 3 de septiembre de 2007
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